-¡Mira! -la pequeña chica ataviada de un vestido blanco que realzaba su pequeña figura y unas gafas con los que no se la veían los ojos, señaló un conejito blanco que estaba en uno de los puestos de aquella larga calle- es precioso.
-Es un bicho -jugueteando, Adri le saca la lengua- pero se parece a ti.
-¿A mi?
-Ahá. Es pequeño, blanquito y seguramente miedica.
-¡No soy miedica! -se pone de puntillas para mirarle a los ojos- ya verás.
-¿El qué?
-Esto.
Le besa despacio, sin pensar, sintiendo. Como tantísimas veces quiso, como tantísimas veces soñó. Sin miedo. Porque aunque es pequeña y dulzona siempre tiene un pequeño sabor a limón, amarga y fuerte. Y ahora más, porque él se lo pasa.
1 comentario:
No están, son. No son, sólo sienten.
Quizá ese pequeño conejo les conduzca a un extraño agujero donde puedan jugar sin ser ni estar.
Besos :)
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