13 de diciembre de 2010

Caluroso día de septiembre.

Buenos días, tardes o noches, no sé cuando lo leerás, o cuando intentarás mirar un poco más dentro de mi. Hace tiempo que ni yo misma lo hago, sé que no es fácil tratar conmigo, que demasiado es con mis cambios de humor. Sé que, ahora mismo, en este preciso instante, estarás como yo, llorando, queriendo terminar con todo, por un arrebato de miedo, de furia, de rabia. Y créeme que yo también querría mandarme a mi misma a tomar vientos. Como me dijo una vieja amiga quiero escribir este capítulo de esta bonita y a la par rarita historia.
Porque las rarecas son preciosas, son tan tan bonitas, que me enamoran, como las tuyas y las mías.
¿No se supone eso? Que uno está enamorado, que uno está muerto de miedo, pero enamorado.
Echo de menos tus te quieros, hace demasiado que no me dices uno de esos, quizá de los que quiero ya se quedaron en el caluroso día de septiembre, aquel día. Quizá ya no haya más...
Al menos, yo lo he intentado.

1 comentario:

Mayra dijo...

Siempre me dijeron que no hay que intentar, hay que hacer. Y, vamos, sos perfectamente capaz, ¿no?